Panorama Bíblico
A Dios se le describe a ser el reino de Dios cuando entraron en un convenio con Él en el Monte Sinaí, como “el rey de Israel” (Isaías 44:6) se infiere que el pueblo de Israel era su reino. En respuesta a su buena disposición de guardar este convenio, los israelitas serían para Dios “un reino…y gente santa” (Exodo 19:5,6). Después de entrar en este acuerdo, Israel viajó por el desierto del Sinaí y se estableció en la tierra prometida de Canaán
Los libros de Samuel, Reyes y Crónicas son libros de historia que narran el establecimiento del reino de Israel, sus años de victoria y derrota, y el fin del reino dividido. Una lección es obvia al leer estos libros: ‘La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones’. Dondequiera que una nación exaltó a Dios, Dios exaltó a la nación; pero cuando los gobernantes, profetas y pueblo se alejaron de la ley, Dios les quitó su bendición. Esta verdad no sólo se ve en la historia de toda la nación, sino también en la vida de sus primeros líderes. Saúl, David y Salomón desobedecieron a Dios y pagaron muy caro con sus familias y vidas.
Los dos libros de Samuel narran la transición del período de los jueces al tiempo cuando se estableció la monarquía. Samuel fue el último de los jueces y el primero de los profetas nacionales. Los dos libros de Reyes como lo indica su título, tratan de los reyes de la nación, empezando con el glorioso reino de Salomón y concluyendo con el trágico cautiverio de Judá por Babilonia. Los dos libros de Crónicas se escribieron después del cautiverio. El pecado de la nación fue una afrenta especial para los judíos porque eran el pueblo de Dios.
Profetas de Israel
En un período de declinación espiritual, Dios envió a sus profetas para despertar a su pueblo. En estos libros son siervos famosos de Dios tales como Elías, Eliseo, Isaías, Joel, Amós, Jonás y Miqueas
La nación se dividió después de la muerte de Salomón; las diez tribus del norte se organizaron como Israel y las dos del sur como Judá. La capital de Israel era Samaria; la capital de Judá era Jerusalén. Los profetas como Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel ministraron para su pueblo. Por ejemplo, Isaías, en la primera mitad del libro, aconsejó a la nación respecto a Asiria; en la segunda mitad consoló al remanente respecto a su regreso de Babilonia.
Los Salmos
El libro de los Salmos (muchos escritos por el rey David) es una colección de cantos y poemas muy personales. En esta colección hallará oraciones de sufrientes, himnos de alabanza, confesiones de pecado, confesiones de fe, himnos de la naturaleza, cantos que enseñan historia judía, y en cada uno el punto focal de la fe es el Señor. Jesús dijo que los salmos hablaban de Él (Lucas 24:44) y vemos que así es.
“Luz para revelación a los gentiles” (Lucas 2:32)
En Mateo, Cristo se revela como el largamente esperado Rey de los judíos. Nació como estaba predicho, fue anunciado por el mensajero que Dios había prometido e hizo las mismas obras que los profetas dijeron que haría.
El Pacto de Dios con David
Ya hace tres mil años que David fue rey en Israel. Era un hombre muy hábil. Por ejemplo, era buen cazador, era tan buen arpista que tocaba delante del rey Saúl cuando aún era niño, era poeta maravilloso, soldado supremo, jefe de los hombres, y el mejor rey que Israel jamás tuvo. Además de esto, tenía un carácter perfecto. Pablo cita las siguientes palabras de Dios en Hechos 13:22: «He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.»
Dios hizo un pacto con este destacado rey de Israel. Vale la pena leer los términos del pacto en la Biblia, en 1 Crónicas 17:1-15. Aquí los versículos 11 al 14:
«Y cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres, levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino. El me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternamente. Yo le seré por padre, y él me será por hijo; y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que fue antes que ti; sino que lo confirmaré en mi casa y en mi reino eternamente, y su trono será firme para siempre.“
Las partes más importantes de esta promesa son:
-
«Levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos.»
-
«Yo le seré por padre, y él me será por hijo.“
-
«Lo confirmaré en mi casa y en mi reino eternamente, y su trono será firme para siempre.“
Está claro que el pacto consistía mayormente en:
- Un glorioso rey que sería descendiente de David e Hijo de Dios;
- Un reino que existiría para siempre.
El hijo del pacto
¿Quién es el descendiente de David mencionado en el pacto? David tuvo un hijo llamado Salomón que reinó sobre Israel por mucho tiempo. Pero aunque Salomón fue un precursor del hijo mencionado en el pacto, él no poseía todas las características mencionadas en la profecía. Por ejemplo, en el versículo 14 Dios le dice a David: «Lo confirmaré en mi casa y en mi reino eternamente«; Pero Salomón sólo reinó durante cuarenta años.
Aparentemente David mismo entendió que la promesa no sería cumplida en aquella época, puesto que dice en el versículo 17: «…has hablado de la casa de tu siervo para tiempo más lejano…» Y los profetas posteriores no consideraban que Salomón había cumplido la profecía, porque siglos después de la muerte de Salomón continuaban profetizando y deseando el advenimiento del gran rey davídico que establecería el reino de Dios en la tierra.
El Nuevo Testamento nos enseña que el descendiente mencionado en el pacto es el Señor Jesucristo. Este era hijo de David (Mateo 1:1) e Hijo de Dios (Mateo 3:17), y Dios le prometió que reinaría eternamente en el trono de su ilustre antepasado. Por ejemplo, el ángel le dijo a María aun antes del nacimiento de Jesús:
«Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob [el pueblo judío] para siempre, y su reino no tendrá fin.» (Lucas 1:31-33)
Los Reyes de Israel y Juda: Saul, David y Salomon
La solicitud de un rey para Israel es presentada como un rechazo de Dios como el único y verdadero rey de Israel (1 Samuel 8:7).
La solicitud de un rey con sus inevitables consecuencias referidas a la maquinaria estatal centralizada, presentaba un desafío al pacto y al carácter de Israel como pueblo. La aceptación de Saúl por parte de Dios fue confirmada en una ceremonia que fue diseñada para incorporar el concepto de un rey en el sistema existente del pacto (1 Samuel 11:14).
David gobernó en Israel desde 1010 hasta 970 a. C. y fue sucedido en el trono por Salomón, quien gobernó por un período de 40 años. Salomón gozó de los frutos de las victorias de David su padre. Su tiempo fue uno de paz y de dominio en el área. Su riqueza vino de los tributos pagados por las naciones sometidas, del comercio y de los impuestos derivados del mismo.
Roboam reinó sobre Judá en el sur y Jeroboam se convirtió en rey de Israel en el norte.
La amenaza de Roboam de incrementar los impuestos causó una rebelión y dividió a la nación. Roboam gobernó el reino del sur, Jeroboam gobernó el reino del norte. Jeroboam instaló ídolos en Dan y Bet-el para desalentar la adoración en Jerusalén. Este acto está mencionado muchas veces en la historia de la nación.
La gloria del reino unido comenzó a declinar al morir Salomón, cuando su hijo Roboam le habló ásperamente a Jeroboam y sus seguidores. Estos respondieron: “¡Israel, cada uno a sus tiendas! ¡David, mira ahora por tu casa!”
Exilio y restauración
El exilio del pueblo de Judá a Babilonia normalmente se cuenta a partir del año 597 a. C., cuando los ejércitos de Nabucodonosor tomaron los primeros cautivos. El profeta Ezequiel estaba entre los deportados, y su mensaje vino primero a aquellos en el exilio que tenían la esperanza de retornar pronto.
Babilonia en sí, la ciudad capital de la tierra a donde los exiliados fueron llevados, era asombrosa en magnificencia y en tamaño. La ciudad cubría un área muy amplia y estaba protegida por un sistema de murallas dobles. La entrada consistía de ocho pórticos, cada uno de ellos tenía el nombre de un dios babilonio, siendo el más imponente el pórtico de Istar. Este se abría hacia una avenida pavimentada de 900 m., con paredes hechas de ladrillos esmaltados, la cual conducía al templo de Marduk, el Esagila, y templos de otros dioses. Los palacios reales eran a gran escala, y los famosos “jardines colgantes” eran un símbolo de gran lujo.
Todo en Babilonia parecía decir que las tradiciones de Israel estaban muertas; que el auténtico poder y los verdaderos dioses estaban allí. Es difícil sobrestimar la importancia del exilio en la vida y el pensamiento del pueblo del Antiguo Testamento. La pérdida de la tierra, el templo y el rey, lo medular de las promesas del pacto, era desastrosa.
Del libro de Isaías 40–55 es un largo repudio a las declaraciones de los dioses babilonios de haber vencido a Jehová.
- Sólo Jehová es poderoso (Isaías 40:18–20, 25, 26).
- El Dios de la creación y de la historia (Isaías 43:14–19); el exilio ocurrió sólo porque él decidió castigar a su pueblo.
- El tiempo de castigo estaba por llegar a su término (Isaías 40:2).
- Los magníficos dioses babilonios serían humillados ante el verdadero Dios (Isaías 46:1).
- Los ídolos no eran sino madera y metal (Isaías 44:9–20).
- El pueblo de Jehová regresaría triunfante a su tierra (Isaías 55).
Estas promesas, que jugarían un papel mayor en el desarrollo del judaísmo y también en el cristianismo, se esperan en el futuro.
La restauración (538–333 a.C.)
Los libros de Esdras, Nehemías y Ester – El edicto de Ciro—del cual la Biblia conserva dos versiones (Esdras 1:2–4; 6:3–5)—permitió a los deportados regresar a Palestina y reconstruir el templo de Jerusalén (con la ayuda del imperio persa). Además, permitió la devolución de los utensilios sagrados que habían sido llevados a Babilonia por Nabucodonosor.
Muchos judíos prefirieron quedarse en Persia, donde prosperaron económicamente y, con el tiempo, desempeñaron funciones de importancia en el imperio. Se reedificó el templo (520–515 a.C.) bajo el liderazgo de Zorobabel y el sumo sacerdote Josué (Esdras 3–6), con la ayuda de los profetas Hageo y Zacarías.
Nehemías, copero del rey Artajerjes I, recibió noticias acerca de la situación de Jerusalén en el 445 a.C., y solicitó ser nombrado gobernador de Judá para ayudar a su pueblo. La obra de este reformador judío no se confinó a la reconstrucción de las murallas de la ciudad, sino que contribuyó significativamente a la reestructuración de la comunidad judía (Nehemías 10).
Los Profetas de Israel
Dios no permaneció en silencio durante la larga historia de Israel, y los profetas fueron sus portavoces. En ocasiones, los profetas tenían un mensaje de advertencia para el rey o, lo que era más habitual, para toda la nación. Siempre se trataba de un aviso a Israel recordándole su pacto con Dios. Cuando la nación trataba de controlar sus propios asuntos mediante alianzas con poderes extranjeros, cuando sometían a malos tratos a los pobres y a los menesterosos, cuando mezclaban la adoración a Dios con las prácticas crueles y perversas del culto a Baal, los profetas les decían con precisión lo que Dios pensaba acerca de su comportamiento.
Diferentes tipos de profetas
Los profetas de Israel a veces predijeron el futuro, pero casi siempre este era condicional, y dependía de la manera en que el pueblo recibiera el mensaje de Dios. Si se arrepentían y retornaban a Dios serían rescatados, pero si continuaban olvidando a Dios y actuaban injustamente sufrirían a manos de sus enemigos.
Grupos o escuelas de profetas a veces vivían juntos en comunidades o en los santuarios. Otros prestaban sus servicios en la corte del rey. No todos eran verdaderos profetas. Algunos simplemente se limitaban a decirle al rey lo que este deseaba escuchar, prometiéndole victorias y éxitos.
Los profetas de Israel que se distinguieron fueron figuras solitarias. Elías y Eliseo aparecen en 1 y 2 Reyes; los autores nos informan bastante acerca de sus acciones y milagros, así como del tipo de mensaje que predicaban. Pero los libros de la Biblia que llevan el nombre de un profeta —Isaías, Jeremías y otros— nos entregan ampliamente sus mensajes aunque nos cuentan poco sobre sus vidas.
En la Biblia, los libros de los profetas vienen después de los Salmos y los libros de sabiduría. Los profetas mayores —Isaías, Jeremías, Ezequiel— aparecen en primer lugar, seguidos por los profetas menores, o más breves, de tal forma que el orden no es estrictamente cronológico.
La esperanza de un Mesías venidero
Dios había establecido un pacto con el rey David, al prometerle que siempre habría un rey en el trono que era descendiente suyo. Algunos de los profetas reconocieron en esta promesa la esperanza de un gran rey, como David, que heredaría el reino en una etapa venidera. La palabra «Mesías» se empleó para referirse a este futuro rey.
«Mesías» significa «el ungido». Todos los reyes eran ungidos con aceite como una señal de que eran designados por Dios para ocupar su alto cargo. Pero este rey venidero iba a ser el ungido de Dios en un sentido muy especial.
El Nacimiento de Jesús
El relato de la concepción y nacimiento de Cristo no deja margen para la idea de que él pre-existió físicamente. El relato del comienzo de Cristo se encuentra en Mateo y Lucas:
“El angel Gabriel apareció a María con el mensaje de que “concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo… Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón [es decir, ella era virgen]. Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:31-35).
Dos veces se recalca que Jesús sería el Hijo de Dios al nacer; evidentemente, el Hijo de Dios no existía antes de su nacimiento. Una vez más, se debe tomar nota de los muchos casos de tiempo futuro, por ejemplo, “será grande”. Si Jesús ya existía físicamente cuando el ángel le dijo esas palabra a María, él ya era grande. Jesús fue el “linaje” de David (Apocalipsis 22:16).
La concepción de Jesús
Por medio del Espíritu Santo (poder/aliento de Dios) que actuó sobre María, ella pudo concebir a Jesús sin haber tenido relación con un hombre. De modo que José no fue el padre de Jesús. Debe entenderse que el Espíritu Santo no es una persona; Jesús fue el Hijo de Dios, no el Hijo del Espíritu Santo. Por medio del uso que Dios hizo de su Espíritu sobre María, “por lo cual también el Santo Ser” que había de nacer de ella, fue “llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:35). El uso de la palabra “por lo cual” implica que si el Espíritu Santo no hubiera actuado sobre las entrañas de María, Jesús, el Hijo de Dios, no podría haber tenido existencia.
Que Jesús fue “concebido” en las entrañas de María” (Lucas 1:31) es también prueba de que no puede haber existido físicamente antes de este tiempo. Jesús fue concebido dentro de las entrañas de María – allí empezó como feto, tal como cualquier otro ser humano.
Juan 3:16, el más famoso versículo de la Biblia, consigna que Jesús fue el “Hijo Unigénito” de Dios. Millones de personas que recitan este versículo no meditan en lo que implica. Si Jesús fue “engendrado”, el ‘comenzó’ su existencia cuando fue concebido en las entrañas de María. Si Jesús fue engendrado por Dios como su Padre, esta es una clara evidencia de que su Padre es mayor que él –Dios no tiene principio (Salmo 90:2).
Es significativo que Jesús fue “engendrado” por Dios, mas no creado, como lo fue Adán originalmente. Esto explica la íntima asociación de Dios con Jesús –“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:19). Que Cristo fue engendrado por Dios, más bien que sólo creado del polvo, ayuda también a explicar su natural aptitud para los caminos de Dios su Padre.
Isaías 49:5,6 contiene una profecía referente a Cristo como la luz del mundo, lo que él cumplió (Juan 8:12). Se le describe como meditando en “Jehová… que me formó desde el vientre para ser su siervo”. Por lo tanto, Cristo fue “formado” por Dios en el vientre de María, por medio del poder de su Espíritu Santo. Las entrañas de María fue evidentemente el lugar del origen físico de Cristo.
Tema complementario: La Estructura de la Biblia
Mientras leemos la Biblia, hay que distinguir la poesía de la prosa.
Cuando alguien quiere comunicar algo a otros en el lenguaje cotidiano, o en simple prosa escrita, la forma del lenguaje a que se recurre para comunicar ese mensaje puede ser importante, pero no esencial. En la poesía, sin embargo, sobresalen las palabras y la forma en que se usan, de modo que la forma del mensaje cobra suma importancia. La poesía es la expresión de los sentimientos más profundos del individuo o del grupo. Por eso debemos identificar las ocasiones cuando se utilizan la poesía en la Biblia.
Un rasgo que distingue a la poesía es la repetición. A decir verdad, ésta es una de las características que nos hacen saber que estamos ante una forma lingüística que difiere del lenguaje ordinario. La repetición puede abarcar varios elementos distintos del lenguaje, que pueden ser una o varias palabras, uno o varios versos, algún sonido o sílaba, y hasta algún significado/ Por ejemplo, en Salmo 130:
v. 5 Espere yo en Jehová; v.6 Mi alma espera en Jehová
espero mi alma, más que los centinelas la mañana,
en su palabra he esperado. más que los vigilantes la mañana.
Otro rasgo característico de la poesía es la preponderancia del lenguaje figurado. Mediante el uso de lenguaje figurado, el poeta crea una imagen de su fe. Finalmente, la poesía se organiza en versos, o sentencias de cierta medida, lo cual ocurre no sólo en la poesía escrita sino también en la poesía oral.
Diferencias entre la prosa y la poesía hebrea
Un buen ejemplo de la diferencia que hay entre prosa y poesía lo encontramos en el libro de Éxodo. Hay dos textos que narran el mismo acontecimiento. El capítulo 14 nos cuenta, en prosa, lo que sucedió cuando el faraón finalmente optó por dejar que los israelitas salieran de Egipto. El diálogo es vívido, emocionante y bien construido (14.1-5), y cuenta con detalles geográficos (14.2); comienza por dar información de fondo, luego se desarrolla con lentitud y llega al suspenso (14.10), rematando en un clímax que pone de manifiesto la inefable obra de salvación del Señor, a lo que sigue el resultado de la experiencia: el pueblo expresa su plena confianza en Dios (14.30-31).
Por otra parte, en el siguiente capítulo (Éxodo 15) tenemos un relato poético del mismo acontecimiento, el cual se conoce como ‘Canto de liberación’ y difiere notablemente del relato en prosa.
Aquí están unos términos para considerar:
Un poema acróstico: En la poesía hebrea, se dice de un poema cuyas líneas poéticas comienzan con las letras del alfabeto hebreo en orden consecutivo; es decir, la primera línea comienza con la letra álef, la segunda con la letra bet, y así hasta llegar a la letra tav, que es la última de veintidós letras (Salmos 34, 37). Este orden puede verse también en cada línea de toda una estrofa o estanza (Salmo 119), e incluso en todo un libro (Lamentaciones).
La aliteración: Repetición de sonidos en toda una oración, frase o serie de palabras. Ejemplo: La pícara pájara pica la jícara típica.
El paralelismo: Recurso literario por el que se establece un contraste entre las dos líneas. En Proverbios 13.1 puede verse un contraste así entre el hijo sabio (línea A) y el hijo insolente (línea B), entre atender (A) y desatender (B) un consejo, y entre consejo (A) y reprensión (B).
El antropomorfismo: Figura de lenguaje por la que se atribuyen características humanas a las deidades. Cuando los hebreos hablaban de ‘la mano de Jehová’ (Números 11.23).
Tema complementario: Jesús en toda la Biblia
Jesús, el Hijo de Dios
Se acordará que como parte de su pacto con David, Dios afirmó: «Yo le seré por padre, y él me será por hijo.» (1 Crónicas 17:13). Por lo tanto, el hijo de David es también Hijo de Dios.
El Nuevo Testamento nos asegura repetidamente que este Hijo de Dios es Jesús. Por ejemplo, el ángel le dice a María: «…el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.» (Lucas 1:35)
Después del bautismo de Jesús, Dios le dice públicamente: «Tú eres mi Hijo amado…» (Lucas 3:22), y durante la transfiguración habla desde una nube, diciendo: «Este es mi Hijo amado…» (Lucas 9:35). En Juan 1:49, Natanael dice a Jesús: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel,» haciendo ver que comprendía que este Hijo de Dios también era el hijo de David que reinaría sobre el pueblo judío.
Hasta este punto de nuestro estudio bíblico, hemos establecido las siguientes conclusiones:
1. Dios hizo un pacto eterno con David.
2. Le prometió que después de su muerte, uno de sus descendientes haría un papel sobresaliente en los planes de Dios para el mundo.
3. Este hijo de David sería también Hijo de Dios.
4. Reinaría eternamente sobre el pueblo de Israel.
5. El hijo a quien se refiere este pacto es el Señor Jesucristo, quien es a la vez hijo de David e Hijo de Dios.
6. Jesús se sentará en el trono de su padre David y hará juicio y justicia en la tierra.
Cristo en Isaías
Isaías da un rico cuadro profético de Jesucristo:
Vemos su nacimiento (7:14 con Mateo 1:23);
El ministerio de Juan el Bautista (40:3–6 con Mateo 3:1);
El ungimiento de Cristo por el Espíritu (61:1–2 con Lucas 4:17–19);
Cristo el Siervo (42:1–4 con Mateo 12:17–21);
El rechazo de Cristo por Israel (6:9–11 con Juan 12:38, Mateo 13:10–15);
La piedra de tropiezo (8:14 y 28:16 con Romanos 9:32–33 y 10:11; 1 Pedro 2.6);
El ministerio de Cristo a los gentiles (49:6 con Lucas 2:32; Hechos 13:47);
El sufrimiento y muerte de Cristo (52:13–53:12);
Su resurrección (55:3 con Hechos 13:34; 45:23 con Filipenses 2:10–11 y Romanos 14:11);
y el Rey que viene (9:6–7; 11:1; 59:20–21 con Romanos 11:26–27; 63:2–3 con Apocalipsis 19:13–15).
Tema complementario: Los salmos mesiánicos
Hemos visto que el propósito de Dios para la salvación de los hombres se centró en Jesucristo. Las promesas que Él hizo a Eva, Abraham y David, todas hablan de Jesús como su descendiente literal. En verdad, la totalidad del Antiguo Testamento apunta a Cristo y profetiza acerca de él. La ley de Moisés, que Israel tenía que obedecer antes de la época de Cristo, constantemente apuntaba hacia Jesús: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo” (Gálatas 3:24). De este modo, en la fiesta de Pascua tenía que matarse un cordero en perfectas condiciones (Éxodo 12:3-6); esto representaba el sacrificio de Jesús, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29; 1 Co. 5:7).
En los Salmos del Antiguo Testamento hay profecías acerca de cómo sería el Mesías. Se centran especialmente en describir cómo moriría. La negativa del judaísmo a aceptar la idea de un Mesías que muere sólo puede deberse a su desatención a estas profecías, algunas de las cuales se presentan a continuación:
No es extraño que el Nuevo Testamento nos haga recordar que la “ley y los profetas” del Antiguo Testamento es la base de nuestro entendimiento acerca de Cristo (Hechos. 26:22; 28:23; Ro. 1:2,3; 16:25,26). Jesús mismo advirtió que si no entendemos correctamente a “Moisés y a los profetas”, no podemos entenderlo a él (Lucas 16:31; Juan 5:46,47).
Tema complementario: Las aplicaciones personales
Las escrituras abundan en detalles de cómo será el reino, y Ud. encontrará que descubrir sólo algunos de ellos será un trabajo de toda su vida. Una manera por cuyo medio podemos llegar a entender algunos de los principios básicos del futuro reino es reconocer que el reino de Dios existió en el pasado en la forma de la nación de Israel. Este reino ha de ser restablecido al regreso de Cristo. Gran parte de la Biblia nos da información referente a la nación de Israel, a fin de que podamos entender, en amplio sentido, cómo será organizado el futuro reino de Dios.
Unas razones para leer los Salmos
La Palabra de Dios se escribió para ser estudiada, comprendida y aplicada, y el libro de Salmos se presta más directamente a la aplicación.
Para encontrar consuelo lea Salmo 23.
Para aprender una nueva oración lea Salmo 136.
Para comprenderse a usted mismo con más claridad lea Salmo 8.
Para saber cómo ir a Dios diariamente lea Salmo 5.
Para recibir perdón de pecados lea Salmo 51.
Para sentirse valorado lea Salmo 139.
Para comprender por qué debe leer la Biblia lea Salmo 119.
Para alabar a Dios lea Salmo 145.
Para dar gracias a Dios lea Salmo 136.
También el consejo viene de los profetas
“Lo queue pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8)
Las personas han probado todas las formas posibles de agradar a Dios (Miqueas 6:6, 7), pero Él dejó en claro sus deseos: quiere que su pueblo sea justo y misericordioso y que camine humildemente con Él. Solo los que obedezcan a Dios, porque quieran complacerlo, viven en una relación adecuada con Él.
Hay que escudriñar las Escrituras…
…para entender la importancia del lugar de Cristo en la vida nuestra. Dios tenía formulado un plan completo desde el principio mismo de la creación. Por lo tanto, su deseo de tener un Hijo estaba en su plan desde el principio. Él amaba ese Hijo antes de que naciera tal como los padres pueden amar a un hijo aún en el vientre materno. La totalidad del Antiguo Testamento revela diferentes aspectos del plan de salvación de Dios en Cristo. Se desprende que la revelación de Dios al hombre en el transcurso de los años, tal como se consigna en el Antiguo Testamento, está llena de referencias a Cristo. Es difícil que nosotros podamos entender completamente la supremacía de Cristo y su inmensa y fundamental importancia para Dios.
Jesús era el pivote central del evangelio, que Dios “había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje [creado por procreación] de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:1-4).